Las Traperas es una
empresa de compra y venta de ropa de segunda mano. Nació como un intercambio de
ropa entre amigas, según nos cuentan Vanessa Touzard y Paola Pioltellli, fundadoras
y creadoras de esta red. La iniciativa está basada en el fomento del reúso y en
el consumo responsable de prendas de vestir. El mercado de la moda produce
prendas de vestir en exceso, muchas de ellas que se mantienen en los clósets de
las personas, sin ningún valor, y que están todavía en buen estado. Los que nos
proponen las Traperas es dar a conocer este excedente a través de una
plataforma virtual.
La innovación radica en
aprovechar un nicho de mercado originado por la intersección de tres mercados:
1) el mercado de segunda mano, que está poco desarrollado en Perú y que ha
podido ser escalado a través de la plataforma virtual, 2) el mercado de la
moda, basado en la lógica del consumo y en la diversificación de los productos
y 3) el mercado del consumo responsable. Este espacio permite exponer a
vendedores y compradores en un entorno social colectivo en el que pueden
intercambiar no solo la ropa, sino la historia de sus productos. Un valor
añadido que surge de la pérdida del anonimato.
Entonces, la
participación incentiva el desarrollo y la movilización de los productos. Una
lista de espera de 700 personas que desean compartir sus clósets en la
plataforma es muestra de ello. La opción on-line le da versatilidad a las
transacciones y muestran este comercio como algo divertido, diferente al
estigma insalubre y racista que representaban el negocio de las prendas de
segunda mano. A través del comercio comunitario los grupos de personas se
pueden interrelacionar, fortalecer sus vínculos y generar valor añadido a los
artículos. Por otro lado, el consumo masivo y despersonalizado se
desincentivan.
El comercio sostenible
sin embargo está más adelantado que la ley. El statu quo legal peruano no
acepta la denominación de empresa social, porque no armonizan los objetivos
sociales y económicos como compatibles para la visión empresarial. Por ello, el
Estado se presenta como un opositor ante estas iniciativas, muchas de ellas que
van a estar destinadas a fracasar por los bajos rendimientos.
Esta realidad es
similar en otros países en Suramérica. La venta de segunda mano como un negocio
rentable está mal visto, es clasista e incluso tiene un aire delictivo. La
precariedad de los pequeños puestos, algunos ambulantes, y la muestra acumulada
de las prendas generan un ámbito de inseguridad y caos. Los casos de donaciones
o artículos robados vuelcan a la mente de los consumidores, resaltando la
escena informal. Las Traperas combaten estas condiciones y muestran este
negocio como algo factible y seguro en tanto las personas estén más conscientes
de la sobreproducción y su efecto global.
Fuente: Entrevista a Vanessa
Touzard y a Paola Pioltellli
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