martes, 31 de enero de 2012

Escenarios para el 2021

(Publicado originalmente en la revista Caretas 2216)

En el año del Bicentenario la población y la economía del país presentarán desafíos que podemos anticipar hoy.

En 2012 seremos 33 millones de peruanos y tendremos 22.5 millones de personas en edad de trabajar, más que en toda nuestra historia. Tendremos también 2.9 millones de adultos mayores de 65 años (un millón más que en 2011) y 7.9 millones de niños menores de 15 años (800,000 menos que ahora). Piura, Arequipa, Trujillo, Puno y Cusco seguirán creciendo y acogiendo a los migrantes del campo y de otras ciudades.

A diferencia de las cifras futuras de población, que pueden estimarse con cierta seguridad, las proyecciones económicas dependen de muchos factores que generan incertidumbre y escenarios muy variados. Por ejemplo, si se sostiene la demanda y los altos precios de los productos primarios que exportamos, si se mantiene la estabilidad macroeconómica, y si se minimiza el impacto de los efectos de los desastres naturales y los conflictos sociales, la tasa de crecimiento del PBI podría superar el 7% en promedio hasta el Bicentenario de la Independencia.

Si al menos uno de los factores mencionados (demanda de materias primas, manejo macroeconómico, eventos naturales como el Fenómeno del Niño, conflictos sociales) nos es adverso, estaríamos creciendo entre 4% y 6% anualmente, un nivel cercano al de 2011. Pero si dos o más de estos factores se tornan negativos, las tasas de crecimiento se reducirían a un promedio anual de entre 2% y 4%.

En el primer escenario el PBI por habitante superaría US$ 10,000 en el Bicentenario, nivel similar al nivel que alcanzó Chile en 2008. Varias regiones del país crecerían al mismo tiempo, con lo que mejoraría el empleo y se podría reducir la pobreza, mejorar la educación y ampliar la cobertura de servicios de salud. La mayor disponibilidad de recursos tributarios permitiría proteger al creciente número de adultos mayores, mejorar la atención a los niños, promover oportunidades productivas en las zonas rurales y avanzar en inclusión social.

Sin embargo, este escenario de alto crecimiento podría amenazar el medio ambiente y el uso sustentable de los recursos naturales, y también desencadenar aún más conflictos sociales. Para evitar esto es necesario fortalecer al Estado, mejorando la calidad de las inversiones y el gasto, afianzando su legitimidad como interlocutor en los conflictos sociales, invirtiendo en ciencia y tecnología, y también mejorando la fiscalización y la calidad de los estudios de impacto ambiental.

En un segundo escenario, el crecimiento anual promedio hasta 2021 sería de 5.5% anual (similar al actual) y el PBI por habitante llegaría a US$ 8,630, un poco menos que Chile en 2006. Con este ritmo de crecimiento se continuará reduciendo la pobreza, pero no se podrá financiar políticas ambiciosas de salud, educación, pensiones y empleo. Algunas regiones crecerían más que otras, muchos trabajadores estarían subempleados, y aumentarían las demandas de programas asistencialistas y liderazgos populistas. Si bien la presión sobre el medio ambiente podría reducirse debido a una menor inversión en industrias extractivas, a menos que mejoren los programas sociales y la capacidad del Estado para prevenir conflictos, aumentaría la polarización social y podría generarse inestabilidad política.

En el tercer escenario, el PBI por habitante alcanzaría alrededor de US$ 6,629 en 2021 (menor que el nivel de Chile en 2005) y el crecimiento anual sería de solo 3%. Esto no bastaría para reducir significativamente la pobreza, y el Estado tendría que concentrar sus recursos en programas sociales focalizados y en responder al impacto de posibles desastres. Los conflictos sociales se agudizarían, en parte debido a que no se mantendría el nivel de transferencias del canon, con lo que muchas regiones, provincias y distritos tendrían menos recursos para atender demandas de la población. La recaudación fiscal sería baja y probablemente aumentarían la informalidad y las actividades ilegales. En un escenario de crecientes demandas y escasos recursos, sería indispensable contar con un sector público que pueda responder con rapidez y eficiencia a los conflictos y emergencias.

No podemos controlar muchos de los factores que nos encaminarán por uno u otro escenario en el Bicentenario de la Independencia, pero podemos prepararnos para enfrentar sus posibles efectos negativos y aprovechar las oportunidades que ofrecen. En todos los escenarios previstos necesitaremos un Estado más legítimo y eficaz en la movilización y el uso de los recursos, preparado para anticipar y explorar opciones estratégicas, y con gran capacidad de gestión. Pero, sobre todo, necesitaremos la voluntad política de llegar a consensos y acuerdos sobre el futuro de nuestro país.

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* Elaborado por Gonzalo Alcalde, coordinador del Programa Agenda: PERÚ de FORO Nacional Internacional.

miércoles, 25 de enero de 2012

El Informe McKinsey y la gran oportunidad del siglo 21

(Publicado originalmente en la revista Caretas 2215)


Decenios y siglos de exportar materias primas con poco valor agregado han dejado huella en América Latina. Durante todo el siglo 20 la caída en el precio relativo de las materias primas exportadas (oro, plata, guano, salitre, caucho, azúcar, cobre, plomo, hierro, harina de pescado, fibra de alpaca, petróleo, gas) en relación con el precio de los productos manufacturados importados, condenó a la región a un crecimiento anémico y esporádico, alimentado por fugaces períodos de auge en algunos productos primarios.

Parecíamos marcados inexorablemente por el deterioro de los precios de intercambio entre materias primas y manufacturas, y no supimos aprovechar los breves lapsos en que este deterioro se revertía. Cierto que la diversidad de productos primarios del Perú generó cierta holgura económica, ya que sus precios no bajaban todos al mismo tiempo y en la misma proporción, y esto disminuyó la urgencia de invertir en la transformación de nuestra economía.

Al iniciarse el siglo 21 surge una nueva oportunidad. Un análisis de la consultora McKinsey demuestra que en los últimos diez años se ha revertido el largo período de deterioro de los precios de intercambio y que los productos primarios han alcanzado niveles de precios no vistos desde hace cien años. Más aún, de acuerdo a McKinsey, esta situación se mantendrá durante los próximos dos decenios, si bien con mucha volatilidad.(1) El acelerado crecimiento de los países emergentes, en particular China e India, y la expansión de una clase media global con apetito de consumo, ha generado un gran aumento en la demanda de energía, alimentos, metales y agua, entre otros productos primarios, que unido a las limitaciones en la oferta mantendrá elevados los precios de las materias primas.

¿Cómo aprovechar esta nueva oportunidad que se nos presenta? El decenio hasta el Bicentenario de la Independencia es clave para transformar nuestra economía, agregar valor a nuestras exportaciones, avanzar hacia la sociedad del conocimiento y consolidar un proceso de crecimiento inclusivo y sustentable. Los ingresos provenientes de la exportación de materias primas deben financiar esta transformación, que requiere de una inversión masiva en investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación.

Debemos invertir en conocimiento para mejorar la productividad en la exploración, extracción, procesamiento y utilización de nuestros recursos naturales, buscando reducir costos y aumentar los márgenes de ganancia; promover encadenamientos productivos y de servicios hacia delante para agregar valor, y hacia atrás para proveer insumos a las actividades primarias; emplear los mayores márgenes de ganancia para invertir en nuevas actividades productivas con mayor contenido de conocimiento y tecnología, e identificar productos y mercados específicos para incursionar con nuestras ventajas comparativas y las características especiales de nuestros productos naturales. El nuevo auge de las materias primas nos permite avanzar en la inclusión social y contrarrestar los efectos del cambio climático, pero solo si logramos crear las capacidades, generar el conocimiento y promover la innovación.

No es fácil aprovechar oportunidades que se presentan una vez cada siglo. Necesitamos maneras de pensar y actuar diferentes a las usuales, tanto en el sector público como en empresas privadas, organizaciones de la sociedad civil e instituciones académicas. El desafío ms grande que enfrentamos consiste en ponernos a la altura de las extraordinarias circunstancias que estamos viviendo, y esto exige ser, al mismo tiempo, visionarios y pragmáticos.


* Elaborado por Francisco Sagasti, fundador del programa Agenda: PERÚ




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(1) McKinsey &Co., Resource Revolution: Meeting the world's energy, materials, food and water needs, New York, Noviembre 2011.

jueves, 12 de enero de 2012

Pensando el 2021: la historia por escribirse

(Publicado originalmente en CARETAS 2214)

Empecemos reconociendo que en un contexto global turbulento de comunicación instantánea, pasión por el consumo, cambio climático, crisis financieras, desplazamientos geopolíticos, desequilibrios demográficos, narcotráfico y delincuencia, descalabro de economías avanzadas y auge de economías emergentes, no nos ha ido tan mal como país. Hemos mantenido la estabilidad económica, las prácticas democráticas y estamos tomando conciencia de la importancia del conocimiento científico y la innovación tecnológica.

No obstante, persisten antiguas recriminaciones, acusaciones mutuas y descalificaciones a granel que, agravadas por el rechazo de otros puntos de vista, podrían conducir a una peligrosa parálisis. Hablamos de la vasta diversidad de nuestro país, pero no parecemos aceptarla, no nos atrevemos a salir de nuestros pequeños y cómodos guetos –físicos y mentales– inmovilizados por diferencias geográficas y culturales, miedos e inseguridades. Camino al Bicentenario de la Independencia no podemos continuar inmersos en el pasado, ni abrumados por sus hipotecas. No se trata de olvidarlo, sino de no vivir en él.

Es ahora necesario mirar al futuro y voltear la página, pero sin borrón y cuenta nueva. La nueva generación a cargo de Agenda: PERÚ y FORO Nacional Internacional tiene claro que el desarrollo solo es posible en democracia y que ésta es el razonar público; que debemos transformar modos de pensamiento reduccionista en enfoques sistémicos e inclusivos; que es preciso cerrar la brecha entre expectativas de la sociedad y la acción política; y que los múltiples actores sociales en nuestro país deben estar directamente involucrados en definir su futuro, respetando diferencias pero buscando perspectivas comunes.

ANTECEDENTES
Hace casi un cuarto de siglo conversábamos en Washington sobre lo que aprendíamos en el Banco Mundial y el Wilson Center. En esos encuentros era inevitable hablar sobre el Perú y sus problemas en el decenio de 1980. La inexistencia de espacios para el diálogo, el reconocimiento mutuo y la búsqueda conjunta de soluciones surgían, una y otra vez, como una de las mayores dificultades para ponernos de acuerdo y trabajar en conjunto. De allí nació la idea de crear el programa Agenda: PERÚ para propiciar una reflexión colectiva sobre nuestro país, sus problemas y sus posibilidades futuras.

Desde el primer momento buscamos acercar a los expertos y a los ciudadanos, y también a personas de diferente procedencia social y regional, distintos niveles de ingreso y de ideologías diversas. Los talleres, seminarios, reuniones de trabajo y grupos de enfoque que organizamos crearon espacios neutros y libres para discutir respetuosamente, sin descalificaciones ni agravios, en donde pudimos aprender de otros y superar las barreras que nos aíslan de nuestros compatriotas. Fuimos afortunados en que prácticamente todos a quienes invitamos a participar en este ejercicio estuvieran dispuestos a hacerlo, confiando en que no utilizaríamos de manera indebida su presencia y contribuciones. A un ingeniero industrial devenido planificador estratégico y a un médico formado como psicoanalista se unieron Nicolás Lynch, un sociólogo político, y Pepi Patrón, una filósofa especializada en asuntos de ética, lo que nos permitió articular perspectivas muy diferentes sobre nuestro país.

Los objetivos iniciales de Agenda: PERÚ fueron preparar un diagnóstico compartido de los problemas de nuestro país, definir las líneas estratégicas de desarrollo e identificar las reformas institucionales necesarias. El autogolpe de Alberto Fujimori en abril de 1992, meses antes que iniciáramos nuestro trabajo, llevó a incorporar la gobernabilidad democrática como una de las principales preocupaciones de Agenda: PERÚ.

En 1995 publicamos nuestro primer informe, ‘Democracia y Buen Gobierno’, al que siguieron una docena de libros, el último de los cuales, ‘PERÚ: Agenda y estrategia para el siglo 21, fue publicado semanas después de la juramentación del Presidente Valentín Paniagua. Este último documento resumió ocho años de trabajo conjunto con cientos y hasta miles de participantes, y nos permitió ofrecer una visión compartida de futuro, un conjunto de líneas estratégicas, una propuesta de reformas institucionales, y medidas para avanzar hacia una identidad nacional, pluralista, integrada y en continuo despliegue.

Completada esta tarea, nos dedicamos a difundir los resultados de Agenda: PERÚ en el país y el extranjero (por ejemplo, con la serie televisiva “Abriendo Caminos”). Luego nos desplazamos hacia otras actividades profesionales. Uno de nosotros tuvo la oportunidad y el privilegio de hacerse cargo de la Secretaría Técnica del Acuerdo Nacional; y el otro, la posibilidad de colaborar en diversos temas con el desarrollo de nuestro país. Numerosos colegas y amigos que trabajaron en Agenda: PERÚ ocuparon puestos de responsabilidad en el gobierno, y participaron activamente en la vida nacional.

Una nueva generación de colaboradores –Mario Bazán, Gonzalo Alcalde y Fernando Prada, apoyados por destacados asistentes– tomó la posta y continúa con la tarea de actualizar, reinterpretar y modificar lo que habíamos plasmado en los informes de Agenda: PERÚ. ‘Perú: Agenda y estrategia para el siglo 21’ planteó líneas estratégicas hasta el bicentenario de la Independencia, y el informe ‘Manual del Despegue’ (CARETAS 2191), escrito diez años después, ofreció una apreciación de los avances logrados y de algunos temas pendientes (reforma del Estado; recursos naturales y ordenamiento territorial; ciencia, tecnología e innovación; cultura e identidad nacional).

Ahora es necesario responder a nuevos interrogantes: ¿Es nuestro país el mismo descrito en los informes de Agenda: PERÚ? ¿Son iguales las expectativas y los anhelos que compartían quienes contribuyeron con sus ideas y experiencia a este programa? ¿Qué nuevos planteamientos exigen las actuales circunstancias mundiales y de nuestro país?

* Elaborado por Francisco Sagasti y Max Hernández, fundadores del programa Agenda: PERÚ