jueves, 22 de marzo de 2012

Una recatafila de cárceles

(originalmente publicado en Caretas 2224)


El sistema penitenciario se encuentra oficialmente en emergencia desde el 22 de febrero último, aunque esta crisis ya era evidente para todos. La fuga de 17 reos peligrosos en Puno y los beneficios indebidos para algunos internos son muestras recientes de la terrible imagen de las cárceles del país: instalaciones hacinadas, mal construidas, débilmente controladas por autoridades corruptas y que frecuentemente son bases para el crimen organizado.

Las cifras son alarmantes: Se tiene 52,800 presos en cárceles con capacidad para sólo 28,500 internos, y de los 68 penales existentes, 24 se consideran mal construidos por el mismo Instituto Nacional Penitenciario (INPE). Sólo hay 3,156 agentes de seguridad para vigilar a toda la población carcelaria, lo que equivale a un agente por cada 17 presos, muy por debajo del estándar internacional de 1 a 6. Más de la mitad de los reos espera una sentencia y miles padecen de enfermedades graves, desde tuberculosis hasta SIDA, que no son atendidas adecuadamente.

La solución propuesta desde el Estado consiste, principalmente, en construir más cárceles. En los últimos meses se han tomado medidas para fortalecer el INPE, asignando 130 millones de soles adicionales a su presupuesto y anunciando la contratación de 1,000 nuevos guardias. Se han agilizado sus procesos de inversión, y se planea construir dos nuevas cárceles cada año y mejorar las capacidades de los centros existentes. También el sector privado ha visto una oportunidad en esta crisis, y la Cámara de Comercio de Lima ha propuesto la participación de capitales privados en la administración de los penales a través de asociaciones público-privadas.

Si se mantienen las tendencias actuales, en 2021 será necesaria una gran cantidad de recursos públicos adicionales para mantener estándares mínimos de atención en el sistema penitenciario. El número de reclusos se duplicó entre 1999 y 2011, y creció a un promedio anual de 7%. Si se mantiene este ritmo hasta el 2021, en el Bicentenario tendremos más de 100,000 personas encarceladas y para atenderlas sería necesario cuadruplicar la capacidad actual del sistema. Si quisiéramos llegar al estándar internacional de un guardia por cada seis reos, necesitaremos contratar a 13,500 agentes adicionales a los que tenemos hoy.

Concentrarse en fortalecer el sistema penitenciario de esta manera es sólo una medida de corto plazo. Los factores que nos han llevado a esta emergencia nacional trascienden la desatención de las cárceles y la ineficacia del INPE. También influyen la debilidad del Poder Judicial, el Ministerio Público y la Policía Nacional para enfrentar el crimen, y estos requieren de reformas complejas y políticamente difíciles. Por otra parte, de la mano del crecimiento poblacional y económico han aumentado la delincuencia común y el crimen organizado, especialmente en las ciudades emergentes de la Costa. Es probable que estos factores se agudicen en la próxima década.

Aún si se asignaran recursos adicionales e implementaran reformas en las instituciones mencionadas, el resultado sería tener más delincuentes presos, bien vigilados y adecuadamente recluidos. Pero este no debe ser el objetivo para el Bicentenario. Destinar recursos para atender a 100,000 reos debería ser sólo una estrategia para el peor, aunque desgraciadamente probable, de los casos. El indicador del éxito de una política para enfrentar la crisis penitenciaria sería que no necesitemos más cárceles que las actuales en 2021, que haya menos crimen y menos presos, y que existan programas efectivos de rehabilitación y reinserción de los reos en la sociedad.

El titular del INPE, José Luis Pérez Guadalupe, enfatizó en el Congreso de la República esta semana la importancia de los factores sociales y de las políticas de prevención para enfrentar esta crisis. Dijo también que los resultados sólo se ven en cinco o diez años. Sin embargo, no se ha presentado una estrategia integral que incluya estos factores.

La prevención del crimen empieza mejorando el acceso y la calidad de los servicios de educación, salud, capacitación y empleo, especialmente para los grupos de alto riesgo como los jóvenes de bajos ingresos. Desde una perspectiva amplia, el crimen es resultado de la exclusión, y la prevención requiere de políticas económicas y sociales que reduzcan la desigualdad de oportunidades y la pobreza, especialmente en ámbitos urbanos. Sin políticas sociales efectivas el costo económico y social podría ser mayor, no habrá solución duradera para la crisis penitenciaria que enfrentamos hoy, y lo más probable es que seguiremos enfrentando este mismo desafío en el Bicentenario.


* Por Gonzalo Alcalde, coordinador del programa Agenda:PERÚ de FORO Nacional Internacional

jueves, 8 de marzo de 2012

El Perú no necesita ayuda, necesita socios

(Publicado originalmente en Caretas 2222)

La visión de Bill Gates sobre la ayuda no es producto de errores de medición. Es una visión prevalente sobre la ayuda internacional, particularmente en los países desarrollados. Cuando se refieren a “ayuda”, hablan de un término relativamente preciso: donaciones e intercambio de conocimiento desde los países agrupados en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) hacia los países en desarrollo. Sin embargo, desde hace varios años la ayuda financiera se ha concentrado en los países más pobres, que se encuentran principalmente en el África Sub-Sahariana.

La pregunta de Bill Gates se debe entender en un contexto muy particular. Un estudio publicado en febrero advirtió que la ayuda española podría reducirse en US$1.3 mil millones, un 20 por ciento. La visita de Gates a España tenía como objetivo renovar el compromiso gubernamental con la ayuda internacional, y parece que lo logró. Pese a estar en medio de una de las peores crisis económicas de su historia, el Presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, se comprometió a no reducir la ayuda a los países en desarrollo.

En el Perú las declaraciones de Gates motivaron una serie de respuestas, la mayoría rechazando que ya no necesitemos ayuda. Se argumentó que la distribución del ingreso es muy desigual y que aún tenemos niveles altos de pobreza. Sin embargo, en la comunidad internacional se piensa que los países que crecen y tienen acceso a una diversidad de fuentes de financiamiento —inversión extranjera, emisión de bonos, préstamos de organismos internacionales, remesas, fundaciones privadas, entre otros— en condiciones ventajosas no necesita de la “ayuda” internacional, y que deben asumir la responsabilidad de financiar su propio desarrollo y su lucha contra la pobreza y desigualdad.

Este es el caso del Perú, que además recibe ayuda financiera de algunos países de la OCDE, incluyendo España, cuyo monto representa menos del uno por ciento del presupuesto nacional. Es decir, la ayuda es pequeña como fuente de financiamiento. El país ha venido creciendo y nuestras opciones para acceder a recursos financieros para el desarrollo, tanto domésticos como externos se han ampliado.

Este es un camino que han transitado otras naciones emergentes. Hace treinta años, la República de Corea era uno de los principales receptores de ayuda. Ahora ofrece ayuda en temas de comercio exterior y tecnología a países de menor desarrollo. Sin ir muy lejos, México y Chile ya pertenecen a la OCDE. A medida que aumenta el acceso a las fuentes de financiamiento para un país en crecimiento, se reduce la importancia de la “ayuda” y aumenta el papel que juegan el intercambio de experiencias y conocimientos, particularmente entre países que han enfrentado problemas similares hace pocos años.

Recientemente la cooperación en América Latina se ha centrado la diseminación de buenas prácticas para replicar iniciativas exitosas en otros países, los programas de capacitación y asistencia técnica, y el refuerzo de instituciones y programas gubernamentales. En 2010 varios países latinoamericanos tenían programas de intercambio de conocimiento y experiencias (ver gráfico). .México y Cuba son cooperantes muy activos, el primero en temas comerciales y productivos, y el segundo en programas de biotecnología y medicina humana. Brasil tiene un programa de cooperación muy sofisticado, que incluye inclusive cooperación en temas de industrias aeronáuticas con India y Sudáfrica.

Camino al Bicentenario en 2021, el Perú debería transformarse en un país cooperante que ofrece y recibe conocimientos valiosos para el desarrollo en microfinanzas, gastronomía, manejo de recursos naturales renovables y desarrollo de emprendedores. Para esto es necesario identificar y registrar iniciativas exitosas, sistematizar la experiencia y el conocimiento acumulado, y ofrecerlo a otros países con desafíos similares. Además, la cooperación es una manera de impulsar nuestros intereses estratégicos en la región, complementando y fortaleciendo nuestros lazos comerciales, y promoviendo la participación de profesionales y expertos peruanos en la solución de los problemas de nuestros vecinos.


* Elaborado por Fernando Prada, investigador asociado de FORO Nacional Internacional.