martes, 30 de agosto de 2011

Desafíos persistentes para incluir a las mujeres en la política peruana

La inclusión social ha sido declarada prioridad del nuevo gobierno. Por ello, este es un momento oportuno para considerar cómo estamos avanzando en una de nuestras tareas pendientes más importantes para lograr la inclusión social: la plena participación de la mujer peruana en la política. Como parte de las actividades de consulta del relanzamiento de Agenda: PERÚ, la semana pasada organizamos un pequeño taller, en colaboración con SECEP, para conocer las perspectivas de mujeres jóvenes que militan en diversos partidos políticos (Partido Aprista Peruano, Perú Posible, Partido Popular Cristiano, Acción Popular y Solidaridad Nacional) y recogimos varias conclusiones interesantes, algunas de las cuales compartimos en esta nota.

Por el lado de los avances, las asistentes observaron algunas mejoras institucionales que han fomentado la participación de la mujer en la vida política. En la última década ha habido cierta voluntad política desde los gobiernos, en respuesta a una creciente demanda desde la sociedad, por promover la equidad en la participación entre varones y mujeres. A raíz de esto, el rol de la mujer en política cuantitativamente se ha ampliado, puesto que ahora hay más mujeres que desempeñan funciones públicas que en décadas anteriores. Esto no es sostenido, sin embargo; en el Congreso de la República, por ejemplo, se ha retrocedido nuevamente en las últimas elecciones. Por otra parte, en los movimientos de base son principalmente las mujeres quienes tienen la iniciativa para generar cambios positivos en la sociedad. En términos generales, hoy las mujeres son más activas políticamente y, a diferencia de décadas pasadas, reclaman igualdad de oportunidades.

Sin embargo, persisten desafíos muy grandes para mejorar cualitativamente la participación e impacto de las mujeres en la política, más allá de lo que se pueda lograr estableciendo cuotas obligatorias. Algunos desafíos se ubican en el plano de lo político pero otros escollos significativos son las fuertes inercias culturales que no permiten que las mujeres tengan un rol protagónico en la política.

En la base de los obstáculos culturales está la configuración machista del imaginario peruano. En las zonas rurales, por ejemplo, impide que las mujeres participen en política la presión social que viene desde la familia y la comunidad mismas. Las barreras existen tanto en el ámbito urbano como rural. Según observaron las participantes del taller, dentro de los grupos pobres el 70 u 80% de quienes inician movilizaciones son mujeres, pero esa iniciativa y protagonismo no se refleja en los cargos más altos, lo cual también sucede en los partidos políticos.

Los factores políticos y culturales se erigen como barreras impuestas principalmente por los varones. Cualitativamente, los sistemas de cuotas introducidos no han contribuido mucho para fomentar la incidencia de la presencia femenina en la política, porque dentro de los partidos las mujeres son colocadas en los últimos lugares de las listas de candidatos. Finalmente, los referentes femeninos que participan activamente en política no han contribuido tanto como podría esperarse a evidenciar la importancia que tiene la participación femenina en la vida política. Debido a la cultura machista imperante, las mujeres en cargos públicos aparentemente están más expuestas al escarnio público. La labor materna, por ejemplo, puede ser usada tanto para señalar un aspecto desfavorable en el potencial para desempeñar cargos, si es que tiene hijos, como también para acusarla de no cumplir con su rol natural, si es que no los tiene.

Actualmente venimos incorporando estas y muchas consideraciones más para integrar más plenamente la perspectiva de género al nuevo diagnóstico de la gobernabilidad democrática peruana que estamos completando desde Agenda: PERÚ.


* Elaborado por Gonzalo Alcalde, coordinador, y Romeld Bustamante, investigador asistente, del programa Agenda: PERÚ.

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